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Los proyectos de innovación educativa necesitan verdaderos líderes

¿Qué significa aprender en el siglo XXI? La sociedad actual demanda nuevos conocimientos y competencias, y ofrece nuevas herramientas para acceder a ellas. Nos encontramos en el siglo de la experiencia educativa centrada en los estudiantes y los nuevos desafíos a los que se enfrentan.

Los proyectos innovadores son planes estratégicos que establecen la creación de nuevas ideas que faciliten el aprendizaje y que promuevan el desarrollo educativo. Enfocan sus acciones en aplicar conocimientos, habilidades y técnicas según el contexto del momento, con la finalidad de que los estudiantes aprendan de una forma significativa, creativa, motivadora y divertida.

Así, el desarrollo del potencial personal de cada alumno es la obligación de los sistemas escolares; un trabajo personalizado que reconozca sus ritmos, intereses, y capacidades. Pero, ¿cómo debe adaptarse la comunidad educativa a estos cambios? ¿Es la realización de proyectos innovadores la única clave para asegurar el éxito del cambio educativo?

Las nuevas pedagogías proponen experiencias de aprendizaje significativas y otorgan mucha importancia a la tutoría y a la necesidad de potenciar el desarrollo de estudiantes mucho más activos que busquen descubrir, crear, construir y compartir conocimiento dentro de un sistema flexible que les ayude a participar y avanzar. Las oportunidades para el aprendizaje se dan en todo momento y lugar, mucho más allá de la escuela como espacio educativo exclusivo. Los medios de comunicación, los dispositivos móviles, la conectividad, y las redes sociales y de colaboración ofrecen oportunidades para el aprendizaje continuo, pero no proporcionan la guía necesaria que sostenga valores para la vida como son el sacrificio, la constancia o la confianza en uno mismo, por poner algunos ejemplos.

Por ello, la innovación debe contemplar también acciones que definan el rol del docente. Una nueva pedagogía basada únicamente en conseguir hacer atractivo el aprendizaje no basta para formar personas. Necesitamos ir más allá y establecer los parámetros que favorezcan un aprendizaje de competencias vitales que expliquen que en la vida no todo es inmediato, amable y positivo. La verdadera innovación surge cuando las actividades de aprendizaje en las aulas mejoran la calidad de lo aprendido por los alumnos y los docentes demuestran su capacidad de liderazgo para inculcar el gusto por saber ayudando a los estudiantes a integrar todos los aspectos del contexto en el que viven. Si creemos que educar de forma innovadora es sinónimo de entretener no habremos entendido nada.

Como ya hemos visto, los proyectos innovadores más exitosos están basados en la creatividad y en las propuestas educativas interesantes. Se establecen nuevas prácticas pedagógicas, herramientas de evaluación y recursos educativos que favorezcan la asociación entre aprendizaje y diversión. Pero, ¿qué sucede cuando los alumnos experimentan emociones negativas, situaciones o contextos difíciles, o no asumen la necesidad del esfuerzo individual?, ¿con qué recurso cuenta entonces la innovación? – La respuesta está en la figura del docente y en la necesidad de redefinir su papel en el aula como espacio no exclusivo de aprendizaje.

Un docente que aspire a alcanzar el éxito poniendo en práctica las tan necesarias nuevas pedagogías debe convertirse en líder del equipo y modelo de referencia para los alumnos. Liderar es influir para que las personas se movilicen hacia la consecución de objetivos comunes. Un docente que ejerce bien su liderazgo comunica, motiva y moviliza, generando convicción e implicación entre los miembros del equipo, es decir, entre sus alumnos. Cuando un docente entiende y ejerce positivamente su liderazgo, encauza las emociones del grupo en una dirección y moviliza lo mejor de sus alumnos, que estarán dispuestos a lograr los objetivos comunes desde la propia convicción.

Teniendo en cuenta todo esto, se hace necesario preguntarnos y reflexionar acerca de las emociones que queremos contagiar a nuestros alumnos, las actitudes que nos gustaría ver en ellos, y el clima de aula que es necesario propiciar. Es muy común escuchar a niños y jóvenes de distintas etapas educativas rebelarse contra los deberes, la memorización, el trabajo individual o la lectura propuesta para un proyecto. Innovar en el ámbito educativo no es transigir y evitar a toda costa que los alumnos se frustren por tener que leer un libro, recordar una fórmula o buscar información de forma autónoma. No es fomentar la inmediatez en el aprendizaje, ni crear una burbuja ideal en la que aprendan sin darse cuenta. Innovar es enseñarles a desarrollarse en un mundo exigente que se mueve muy deprisa, y en el que serán felices si son capaces de marcarse objetivos, cumplir con sus responsabilidades y disfrutar de lo que tienen a su alcance. Esa es la verdadera tarea de todos los que nos dedicamos a la educación.

#Innovación #Educación #Creatividad

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