Uso de tecnologías en la infancia y adolescencia: un enfoque integral sobre beneficios, riesgos y conductas adictivas

La tecnología forma parte inseparable de la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes. Desde edades tempranas, acceden a móviles, videojuegos, redes sociales e internet, lo que transforma sus formas de aprender, relacionarse y entretenerse. Esta realidad plantea un reto para familias y educadores: ¿cómo acompañar el desarrollo digital de los menores sin que se vean perjudicados en su salud mental, emocional y física?

Este artículo ofrece una visión integral sobre los beneficios y riesgos del uso de tecnologías en menores, así como sobre las adicciones comportamentales, con recomendaciones prácticas basadas en estudios recientes y guías oficiales.

Como datos relevantes sobre el uso de tecnologías en menores, según el estudio EMOChild (Emotional Disorders among Childhood):

  • El 96% de los adolescentes tiene móvil propio.

  • El 67% usa redes sociales a diario; el 59% no conoce personalmente a sus seguidores.

  • El 56% usa redes como vía de escape emocional.

  • El 35% juega a videojuegos todos los días; el 53% ha intentado dejar de jugar sin éxito.

Beneficios del uso de tecnologías

Los videojuegos pueden favorecer la estimulación cognitiva y mejorar la atención, la memoria de trabajo, la coordinación visomotora y la resolución de problemas. Algunos videojuegos educativos fomentan la motivación hacia el aprendizaje, el pensamiento crítico y la creatividad. Además, muchos adolescentes usan los videojuegos como forma de regulación emocional, siendo una vía para liberar emociones negativas como ansiedad o tristeza. Otro aspecto tendría que ver con la socialización: los juegos multijugador permiten la interacción entre iguales, aunque debe ser supervisada.

El uso de móviles e internet facilita un mayor acceso a la información, lo que favorece el aprendizaje autónomo y la curiosidad. Son herramientas de comunicación: permiten mantener vínculos familiares y sociales, especialmente en contextos de distancia. También se ha visto su utilidad en la inclusión digital (pueden ser útiles para menores con necesidades educativas especiales).

Las redes sociales benefician la expresión personal al permitir compartir intereses, opiniones y creatividad. También colaboran a la construcción de identidad, ayudando a explorar la propia imagen y valores, aunque con riesgos si no se acompaña adecuadamente. Además se crean comunidades de apoyo, donde conectan los jóvenes
con intereses comunes o experiencias similares.

Riesgos del uso excesivo o inadecuado

El uso intensivo de redes sociales se asocia con síntomas depresivos, baja autoestima y ansiedad social. La exposición a pantallas antes de dormir altera la producción de melatonina, afectando el sueño. También se observan síntomas de abstinencia como irritabilidad o tristeza al no poder acceder a dispositivos o redes.

También podemos encontrar un impacto en lo académico y social. Así, se ha asociado a un bajo rendimiento escolar (el uso excesivo de pantallas se relaciona con dificultades de concentración y motivación), aislamiento (las relaciones digitales pueden sustituir las interacciones cara a cara, afectando el desarrollo social) y problemas familiares (conflictos por el uso de dispositivos, ocultación de actividades online, pérdida de comunicación).

Las conductas problemáticas incluyen:

Adicción

Pérdida de control, necesidad de aumentar el tiempo de uso, abandono de otras actividades.

Ciberacoso y sexting

Exposición a riesgos como el grooming, el acoso online o la difusión de contenido íntimo.

Comparación social

Especialmente en adolescentes, puede generar frustración y distorsión de la imagen corporal.

En resumen, el rendimiento escolar puede verse afectado, así como la salud mental y las relaciones familiares.

Recomendaciones de la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia (AEPNyA) sobre el uso del móvil y redes sociales
  • 0-3 años: evitar el uso de pantallas. Priorizar el juego físico y la interacción humana.

  • 3-6 años: uso muy limitado, siempre supervisado y con fines educativos.

  • 6-12 años: establecer normas claras, fomentar el uso en espacios comunes y evitar el acceso a redes sociales.

  • 13-18 años: promover el uso crítico, establecer contratos de uso revisables, supervisar el contenido y fomentar el diálogo.

  • Edad mínima: retrasar lo máximo posible el acceso. Aplicar estrictamente la normativa (mínimo 13 años).

  • Supervisión activa: conocer las plataformas que usan, con quién interactúan y qué contenido comparten.

  • Educación digital: enseñar sobre privacidad, huella digital, respeto y gestión emocional.

  • Limitar el tiempo de pantalla, especialmente antes de dormir.
  • Promover actividades offline (deporte, lectura, juego libre).

  • Evitar el uso de dispositivos como “chupete emocional”.

  • Detectar signos de malestar emocional y buscar ayuda profesional si es necesario.

Adicciones comportamentales en niños, niñas y adolescentes

Las adicciones comportamentales son conductas repetitivas que pueden convertirse en compulsivas y perjudiciales para la salud mental, el desarrollo personal y la vida social del menor. Incluyen el uso excesivo de tecnologías, juego patológico, compras compulsivas, adicción al ejercicio físico o a la imagen corporal, y conductas sexuales compulsivas.

Factores de riesgo en la infancia y adolescencia

Los factores de riesgo que predisponen a los menores a desarrollar adicciones comportamentales incluyen variables personales, familiares, escolares y sociales.

Entre los más relevantes se encuentran:

  • Impulsividad y dificultad para controlar emociones.

  • Baja tolerancia a la frustración y necesidad de gratificación inmediata.

  • Déficit de habilidades sociales y aislamiento.

  • Historia de problemas de salud mental como ansiedad o depresión.

  • Fracaso escolar, desmotivación o bajo rendimiento académico.

  • Entornos familiares con escasa supervisión, comunicación deficiente o normas inconsistentes.

  • Acceso temprano y sin control a dispositivos digitales.

  • Influencia de modelos sociales que promueven el consumo digital excesivo.

Señales de alarma para familias y docentes

Las señales de alerta permiten detectar precozmente si un menor está desarrollando una conducta adictiva. Algunas de estas señales no son indicadores únicamente de adicciones, sino de la posible existencia de un malestar emocional.

Es fundamental que familias y docentes estén atentos a:

  • Cambios bruscos de humor, irritabilidad o agresividad.

  • Aislamiento social, pérdida de interés por actividades habituales.

  • Alteraciones del sueño (insomnio, somnolencia diurna).

  • Descenso en el rendimiento escolar o abandono de responsabilidades.

  • Mentiras frecuentes sobre el tiempo de uso o el contenido consumido.

  • Necesidad creciente de dedicar más tiempo a la actividad digital.

  • Malestar físico o emocional al no poder acceder a dispositivos.

  • Negación del problema o minimización de sus consecuencias.

Prevención: el papel de la familia y la escuela

La prevención es clave para evitar el desarrollo de adicciones comportamentales. En el entorno familiar se deben establecer límites claros, fomentar el diálogo, promover actividades alternativas y supervisar el contenido. En el entorno escolar se debe incluir la educación digital y emocional, detectar signos de alerta y crear espacios seguros para hablar de emociones.

De forma general se recomienda:

  • Establecer límites claros y coherentes sobre el uso de tecnologías desde edades tempranas.

  • Fomentar el diálogo abierto y afectivo en el entorno familiar y escolar.

  • Promover actividades alternativas al uso de pantallas: deporte, arte, lectura, juego libre.

  • Supervisar el contenido y el tiempo de uso de dispositivos.

  • Educar en el uso responsable y crítico de las tecnologías.

  • Ser modelos de comportamiento digital saludable.

  • Detectar y atender precozmente los signos de malestar emocional.

  • Coordinar esfuerzos entre familia, escuela y profesionales de salud mental.

Diagnóstico y tratamiento de las adicciones comportamentales

El diagnóstico debe ser realizado por profesionales de salud mental mediante entrevistas clínicas, evaluación del estado emocional y hábitos.

El tratamiento puede incluir terapia psicológica, intervención familiar, apoyo escolar y, en algunos casos, tratamiento farmacológico.

Conclusión

La infancia y la adolescencia son etapas clave en el desarrollo emocional, social y cognitivo. En este contexto, las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades valiosas, aunque también presentan riesgos que deben ser gestionados con responsabilidad. Las adicciones comportamentales, cada vez más frecuentes, requieren atención temprana, prevención y acompañamiento por parte de familias, docentes y profesionales. 

Este artículo pretende servir como guía para comprender mejor estos fenómenos y actuar de manera informada y protectora. “La clave no está en prohibir, sino en educar, acompañar y establecer límites saludables que favorezcan el bienestar integral de los menores”.

Por:
Maite Zapata Usábel
Facultativo Especialista del Área de Psiquiatría Infanto-Juvenil (Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa ” de Zaragoza)
Presidenta Fundación A.P.E.

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